miércoles, 11 de julio de 2018

Identifican los cambios genéticos que facilitaron el cultivo de tomate en Europa


El hallazgo europeo se apoyó en un trabajo previo liderado por el doctor Marcelo Yanovsky, investigador principal del CONICET.

El hallazgo fue realizado por un equipo internacional de científicos y se apoyó en un descubrimiento previo liderado el doctor Marcelo Yanovsky, investigador principal del CONICET.

Un equipo internacional de científicos logró describir los mecanismos genéticos que hicieron posible la expansión del cultivo del tomate de América Central a Europa.

Y tal como describen en su artículo, publicado en la revista oficial de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos (PNAS), para llegar a ese resultado tomaron como referencia el hallazgo previo de un equipo liderado por el doctor Marcelo Yanovsky, investigador del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA), dependiente del CONICET y de la Fundación Instituto Leloir (FIL).

Para Yanovsky, quien escribió un comentario del artículo en la misma publicación, el estudio que se presenta ahora no sólo tiene una importancia histórica, sino que también aporta datos que podrían ser “claves” para maximizar el rendimiento de otros cultivos.

La nueva investigación fue liderada por el doctor José Manuel Jiménez-Gómez, un bioinformático del Instituto Max Planck, en Alemania.

Junto a colegas de Holanda y Francia, Jiménez-Gómez demostró que mutaciones en dos genes específicos (LNK2 y EID1) del reloj biológico de las plantas de tomate de América Central, acostumbradas a crecer en días más cortos durante todo el año, favorecieron su adaptación a las latitudes altas de Europa, donde los veranos se caracterizan por extensas jornadas bajo la luz del Sol.


El estudio internacional describe las variaciones genéticas que facilitaron la expansión del cultivo del tomate de América Central a Europa. 
Foto: Gentileza INTA.

“Las plantas tienen relojes biológicos que les permiten adaptar sus funciones fisiológicas a lo largo del día y de las estaciones.

Este ajuste es importante para germinar, crecer, desarrollarse y florecer en los momentos adecuados.

La productividad de los cultivos depende de una correcta sincronización del reloj biológico con las claves del ambiente”, explica Yanovsky quien dirige el Laboratorio de Genómica Vegetal de la FIL y es investigador principal del CONICET.

En 2013, en otro estudio publicado en PNAS, Yanovsky y su grupo habían revelado que, así como existe el jet lag en los humanos después de un vuelo, las plantas “resetean” sus relojes biológicos para ajustarlos a los cambios de luz que suceden a lo largo del día o de las estaciones.

En particular, descubrieron la participación del grupo de genes LNK en ese proceso.

Lo que el nuevo estudio muestra es que, sin saberlo, los campesinos de Europa fueron seleccionando plantas de tomate con variaciones en el gen LNK2 para “enlentecer” su reloj biológico y permitir su adaptación a días más largos que los de América Central, indica Yanovsky cuyo grupo descubrió previamente que la función normal de ese gen es actuar como “acelerador” de ese mecanismo interno.

Según explicó el científico de la FIL, el hallazgo liderado por Jiménez-Gómez no sólo arroja luz sobre la evolución de los cultivos de los tomates, sino que también sienta bases para aplicaciones orientadas a mejorar la producción agrícola en general.

“Ajustar el momento en que las plantas realizan diferentes procesos en función del largo del día, algo que depende de la latitud y época del año, es clave para maximizar los rendimientos”, subraya.


El hallazgo europeo se apoyó en un trabajo previo liderado por el doctor Marcelo Yanovsky, investigador principal del CONICET.

De hecho, manipular variantes de los genes LNK podría aumentar la productividad de la papa y otros cultivos, señaló Yanovsky, cuyo hallazgo de 2013 fue protegido por una solicitud de patente conjunta del CONICET y la FIL.

El estudio sobre la domesticación europea del tomate sugiere que “la previsión sobre la aplicabilidad del hallazgo era correcta”, añade.

Fuente: Prensa Instituto Leloir

CONICET


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